sábado, 26 de agosto de 2017

IMPORTANCIA

Una antropología filosófíca digna de este nombre que sirva de orientación a la Medicina 2.0 y a una patología de la sociedad de la información debe tomar en cuenta la perspectiva de la técnica digital en estrecha relación con otras tecnologías como la nanotecnología, la biotecnología, en especial la biología sintética, y las tecnologías relacionadas con los procesos cerebrales. Este marco tecnológico presupone a su vez una visión del ser humano en proceso de autodefinirse y transformarse mediante dichas tecnologías.

1 Fenomenología del existir humano

Desde esta perspectiva tecnológica el ser del hombre es visto no como algo fijo sino por-definir desde un horizonte o una definición que se resiste a ser identificada como un fundamento o una esencia permanente o absoluta. Al mismo tiempo es innegable que la existencia humana se manifiesta en una serie de características que justamente posibilitan esta apertura y cambio en toda la variabilidad de autocomprensiones y opciones, teniendo además en cuenta lo imprevisible de los procesos científicos y tecnológicos, no menos que las circunstanticas históricas y los condicionamientos culturales que influyen o incluso determinan singularidades individuales y colectivas. Vistos así, lo universal y lo singular no son algo contradictorio sino que su tensión caracteriza justamente la historia de las autodefiniciones humanas en toda su variedad.
Pretendo en lo siguiente plantear una patología de la sociedad de la información desde una fenomenología del existir humano inspirada en la obra del psiquiatra suizo Medard Boss (Boss 1975), quien a su vez desarrolló su visión de una medicina confrontada con la sociedad industrial en diálogo con la filosofía de Martin Heidegger (Heidegger 1976). Es evidente que dicha visión necesita una revisión en el marco de la sociedad de la información.

2 Compartir el mundo

 La sociedad de la información actual hace visible que los seres humanos compartimos un mundo común actualmente globalizado en base a la red digital. Este concepto de compartir o ser-con-los-otros, llamado clásicamente intersubjetividad, tiene una larga trayectoria filosófica. Pero es en especial la fenomenología quien ha mostrado que la sociedad humana no es una suma de individuos aislados, originariamente encapsulados en su subjetividad como lo pensó Descartes, el padre de la modernidad, sino que dicha subjetividad no es concebible sino estando originariamente en relación con los otros seres humanos en un mundo común.
Con el título ‘fenomenología’ me estoy refiriendo a todo un conjunto de autores y corrientes que se originan particularmente en el pensamiento de Edmund Husserl pero que se remontan hasta Hegel. La fenomenología ha mostrado que además de la interdependencia social originaria hay una interdependencia no menos originaria con un mundo compartido, y que este es tanto un mundo natural o ‘dado’ como artificial creado por el hombre, que se encuentran íntimamente entrelazados. Lo aparentemente ‘dado’ está siempre insertado en determinados contextos y necesidades vitales.
 Es evidente que en la sociedad de la información actual este ser-con-los-otros se encuentra profundamente influido por las redes digitales interactivas, como lo fue también por la escritura, la imprenta o los medios de comunicación de masa. Los efectos sociales tanto normales como patológicos de este ser-con-los-otros-en-la-red comienzan a manifestarse paulatinamente, por ejemplo en forma de la adición a Internet, considerada superficialmente como una ‘enfermedad mental’ pero que puede tener además consecuencias orgánicas. La red digital se presenta como un espacio en el que rige el imperativo moral ‘¡comunica todo a todos!’ que puede llevar a actitudes exhibicionistas o voyeristas pervirtiendo así las posibilidades positivas de la comunicación interactiva y autónoma, como se puede ver en el caso de enfermedades como el sida (Capurro 2009a).

II.3 Vivir en el tiempo y en el espacio

 

            El existir humano esta calificado además por una peculiar relación al espacio y al tiempo. Nuestro ser-en-el-espacio y en-el-tiempo es tal que podemos estar con personas o cosas lejanas sin necesidad de acercarnos físicamente a ellas. Vivimos en una temporalidad tridimensional de pasado, presente y futuro, a diferencia de una temporalidad lineal en la cual los distintos momentos del ahora son iguales los unos a los otros y donde lo pasado no existe (más) y lo futuro tampoco existe (todavía). Lo peculiar del existir temporal humano, aunque es también el caso de otros animales en grado diverso, en particular debido a la falta de la capacidad simbólica, es justamente que el haber sido de alguna manera (a través del lenguaje) es y también lo es el poder ser. El ser del futuro nos permite, por ejemplo, tener tiempo para algo, es decir darle un sentido al tiempo. La temporalidad humana tiene una cierta extensión, como cuando decimos, por ejemplo, que esta tarde tendremos tiempo para estar con amigos.
Es claro que la sociedad de la información, y en especial las experiencia de dislocación espacio-temporal que nos permiten instrumentos como el teléfono celular conectado a  Internet, tiene una profunda influencia sobre esta característica de la existencia humana. Tal vez uno de los fenómenos patológicos más discutidos en este campo es el del déficit de atención o hiperactividad, el cual puede tener muchas causas, también orgánicas, pero que en muchos casos se encuentran acentuadas sobre todo en niños y jóvenes por una forma especial de sobrecarga de comunicación digital pudiendo llevar a distorsiones psíquicas y orgánicas.
 
4 Memoria e historia
El poder relacionarnos con el haber sido es lo que ordinariamente llamamos memoria que es la base de la historicidad humana, es decir, de la posibilidad de transformar nuestra existencia individual y colectivamente. La sociedad de la información pone a nuestra disposición un medio prácticamente ilimitado de almacenamiento, procesamiento, distribución y recuperación de información cuyas características he analizado en el primer apartado. Así como en el caso de otros medios extracorporales de memoria, ellos presuponen la capacidad de recuerdo y selección que se encuentra a menudo perturbada por lo que llamábamos sobrecarga informativa. Al mismo tiempo, el acceso global a fuentes de información y la interactividad han cambiado fundamentalmente las posibilidades de memoria e historicidad siempre y cuando dicho acceso, con todos sus condicionamientos técnicos, económicos, políticos, culturales etc. sea posible. Aludo con esto al problema de la así llamada ‘brecha digital’ que constituye uno de los grandes desafíos del siglo recién comenzado, particularmente si es pensada en relación con otras brechas como la alimenticia, la educacional y la brecha en salud. La brecha digital puede tener consecuencias patológicas de diverso tipo y calibre, como ser la exclusión de procesos de socialización tanto en el ámbito de la vida privada como en el de la educación, la economía y la política. Esto puede suceder tanto en sociedades en las que las TIC pertenecen a un standard normal de vida como en sociedades que están digitalmente marginadas. La Medicina 2.0 debe tomar conciencia de este problema y hacer estudios locales y globales al respecto.
 
5 La corporeidad humana
Las dos dimensiones de espacialidad y temporalidad tienen un significado determinante para la experiencia de la corporeidad humana. En alemán hay dos palabras para el concepto de cuerpo: 'Körper', que designa algo inanimado, y 'Leib', que designa al cuerpo animado. El cuerpo humano animado (‘Leib’), y con diversos grados de diferencia también todo cuerpo viviente, tiene la característica de poder extenderse en forma mas o menos amplia, variando esto individualmente, en el ámbito espacio-temporal, no reduciéndose por tanto al volumen físico ocupado ('Körper'). Los límites de mi ser-corporal son, de acuerdo a Boss, "idénticos a los límites de mi apertura mundanal." (Boss 1975, 278) Según Boss, el estrés es una forma de hipertensión o sobrecarga de posibilidades existenciales que puede llevar, por ejemplo, a diversas formas de depresión (Boss 1975, 455-461).
Un estudio aún en curso dedicado al cambio demográfico y la prevención médica en el ámbito de las TIC  patrocinado por el Ministerio Federal para la Cultura y la Investigación de Alemania y el Fondo Social Europeo en el marco del programa sobre la “capacidad de innovación en el mundo laboral moderno” (DIWA-IT 2009) muestra que gran parte de los jóvenes encuestados no pueden imaginarse trabajar hasta su jubilación expuestos a un estrés permanente. Éste lleva no sólo a que estén cansados al final del día sino a que pierdan paulatinamente el control de sí mismos en un sistema en el que la presión por alcanzar los objetivos impuestos se une a un estar ligados digitalmente a su empresa 24 horas por día y 7 días por semana, de acuerdo a la fórmula 7x24. La comunicación digital los obliga a reaccionar inmediatamente a todo tipo de preguntas y pedidos de información así como a un sistema laboral de control. Éste no es sino una forma extrema de la sobrecarga informativa, incluyendo un ‘sobrecontrol’, que lleva a una pérdida de autoconfianza cuando dicho ‘sobrecontrol’ resulta contraproducente al simular algo que no tiene lugar (Holzapfel 2009). Los suicidios recientes en la industria francesa son un claro y trágico indicio de esta situación.
La visión del cuerpo humano como un conjunto de datos digitalizables a la que aludía en el primer apartado es evidentemente reduccionista, lo que trae consecuencias tanto para la autopercepción de perturbaciones o malestares por parte del paciente que es ahora también un agente, como por parte del médico que lo trata o con el que interactúa. A nivel diario, el usuario de la red puede llegar a tener muchos tipos de problemas orgánicos originados por su dependencia de la Internet, desde la falta de movimiento, con consecuencias de mayor o menor envergadura en el caso de endurecimientos musculares, hasta un ostracismo físico-psíquico en un medio que paradójicamente permite un intercambio global y (en la mayoría de los casos) no censurado. Un ejemplo de este encierro lo muestra la película del director austríaco Michael Haneke “Benny’s Video” (Capurro 1995).
En este contexto es importante también indicar las consecuencias ecológicas y la salud de millares de personas, especialmente en los países en vías de desarrollo que se convierten en destinatarios de residuos de carácter extremadamente tóxico de los productos digitales tales como radios, televisores, laptops, celulares o iPods (Faulhaber y Zehle 2009). Cada lesión corporal significa siempre una perturbación de la relación con los otros en un mundo compartido. Todo dolor corporal individual está relacionado a dicha existencia común y pone de manifiesto una forma de nuestro ‘poder-ser-heridos’ y de la responsabilidad ético-médica por el otro. El estudio de la patología de la sociedad de la información tiene que analizar en forma detallada diversas formas de desórdenes corporales que si bien no se distinguen necesariamente de los desórdenes provados por la sociedad industrial, sí pueden tener causas específicas derivadas de las TIC y de su inserción social y ecológica.
La Medicina 2.0, con una visión holística del cuerpo (‘Leib’) humano en la sociedad de la información, no debería olvidar que los dolores corporales están en estrecha relación con los 'dolores del alma' (la tristeza, la angustia etc.). El existir humano se caracteriza por estar siempre en algún estado de ánimo o sentimiento que no es algo meramente subjetivo sino que nos permite experimentarnos a nosotros mismos, a los otros y al mundo compartido desde distintas perspectivas y dimensiones. Un gran amor o un gran odio no nos cierran necesariamente o enceguecen, sino que a menudo nos hacen ver algo muy claramente. En estos sentimientos estamos más 'junto a nosotros' que en el caso de, por ejemplo, la ira, que nos saca de nosotros mismo o nos 'saca de quicio'.

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